martes, 7 de mayo de 2013

COMPROMISO CON EL MOMENTO PRESENTE

Compromiso con el momento presente
Del mismo modo que de todas nuestras relaciones es prioritario que sanemos la que tenemos con nosotros mismos, de todas las nuestras actividades hay una que requiere toda nuestra atención: experimentar conscientemente el momento presente.


El origen de cualquier dolor emocional siempre parece ser el mismo: la realidad no se ajusta a nuestras expectativas y esto nos produce un cierto grado de frustración. Consciente o inconscientemente asignamos a nuestros deseos una importancia tan exagerada que sentimos que no podemos ser felices si no se cumplen. Pero esto es sólo un engaño de nuestro ego, de nuestro falso yo. Salvo en casos extremos, la felicidad es un estado interno que no depende de nada exterior y la única condición previa para alcanzarla es experimentar plenamente, conscientemente, el momento presente.

El siguiente video muestra lo que sucede en una cierta estación de subterráneo en la que una de sus escaleras tiene un escalón cuya altura es apenas superior a la de los demás (los textos en inglés al comienzo del video son solo una sencilla introducción).


“Escaleras del subterráneo de Nueva York”, de Dean Peterson.
Cualquiera podría decir (y tendría razón, claro!) que la gente tropieza porque la escalera tiene una pequeña falla. Pero el video también muestra otra verdad más profunda, mucho más importante, que resulta evidente pero que a la vez pasamos fácilmente por alto: que la gente que sube esa escalera lo hace de manera mecánica, sin prestar atención a lo que está haciendo, mientras va pensando en otras cosas, muchas veces preocupada por lo que pasó o por lo que podría llegar a pasar.

Actuar de manera inconsciente o realizar de manera mecánica cualquier actividad, aunque se trate de una tarea rutinaria, nos debilita, nos quita entusiasmo, nos resta energía. Y le permite a nuestro ego distraernos de la realidad del momento presente con su constante flujo de pensamientos desgastantes.

Nuestro compromiso es, entonces, doble: amarnos y despertar…

Axel Piskulic

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