EL CRISTO, EL GRAN INICIADO JESÚS, Y LA "NUEVA HUMANIDAD": Misterios develados por JOSÉ TRIGUEIRINHO
“En griego, el término [XRISTÓS] significa ungido; desde el punto de vista de la evolución cósmica, se refiere a la consciencia que expresa la esencia de las leyes universales. La vida crística es la aplicación y la vivencia correcta de esas leyes. En la actual civilización, ese nombre tomó connotaciones sectarias e ideológicas distantes de su acepción genuina. Cristo es el nombre dado también a una Entidad de alta evolución que, por intermedio de Jesús, expresó la energía del Segundo Rayo Cósmico en la faz de la Tierra. Pero, con mayor frecuencia, el término se refiere a la energía en sí, y no a esa Entidad que la manifestó. Como consciencia, representa la realización divina que, un día, la humanidad entera alcanzará. Como Avatar, se reveló por intermedio de diversos instructores que, en el transcurso de las épocas, vinieron al plano físico para conducir al hombre por la senda espiritual. Cristo es energía cósmica de unificación, y no un individuo; está en todos y se expresa con libertad en quienes prenuncias etapas futuras de perfeccionamiento del género humano. Es la síntesis de la vibración del centro del sistema solar, el sol espiritual, vibración que, por sus características de atracción, ayuda a conducir el universo creado al Origen. Todos los que personifican esta energía inmaterial y sublime pueden ser denominados crísticos. La expresión auténtica de la energía crística, el amor-sabiduría, en los niveles concretos del planeta, significa un avance del cosmos entero. No obstante, innumerables aspectos suyos aún son desconocidos para la humanidad de la superficie de la Tierra; esto se debe, en parte, a que pocos individuos se relacionan con dicha energía de manera impersonal. En este sistema solar, la energía crística sintetiza a las demás, está presente en todo su ámbito y es la vía de realización de los seres; sin embargo, tiene que ser despertada, dinamizada e irradiada. Cuanto más el ser humano se aproxima al propio núcleo interno, más penetra en esa energía y más es utilizado por ella como canal de expresión. La energía crística no es, por lo tanto, exclusividad de sectas o religiones y tampoco puede ser explicada. Para conocerla, el hombre debe recorrer la senda de la entrega al yo supremo y dejarse impregnar por su esencia de amor. Esa energía es la que consuma la verdadera transformación de la consciencia –todo lo que el individuo debe hacer es no colocar obstáculos a su actuación y, por el contrario, facilitarla, cultivando el despojamiento y el desapego, pues ella trabaja para liberarlo de las ilusiones del mundo formal: es el camino, la verdad y la vida. La energía crística lo ayuda a trascender el ego y lo lleva a estados más amplios. El espíritu crístico es síntesis; es la cualidad de la consciencia de la Jerarquía planetaria y la nota que la simboliza con el propósito solar.
Como consecuencia de la manifestación de esa energía de un modo bastante avanzado y perfeccionado, a través de un ser encarnado hace dos mil años, la estructura planetaria se modificó fundamentalmente. Las posibilidades de contactos internos, la evolución del alma y el despertar gonádico aumentaron en la Raza humana de la superficie terrestre después de esta irradiación en los planos concretos. Y, si entendemos la cura como la implantación, en la forma, de la vibración correspondiente a la idea que le dio origen (sea esa forma los cuerpos de un hombre, una célula o un átomo material), la energía crística puede ser considerada curativa, pues es mediadora entre el patrón arquetípico y el mundo exterior. Cuando Cristo se manifestó en Jesús, no sólo lo hizo en aquel ser, sino también con gran potencia, aunque en menor grado, en los Apóstoles. Éstos llegaron a curar y a expurgar fuerzas involutivas del aura de algunos individuos, incluso mientras Jesús estaba encarnado. La energía crística determina la tonalidad de la vibración de este sistema solar, y de todos los cuerpos que forman parte de él, pero sin limitarse a ese ámbito. El hecho de que una galaxia esté cualificada por el Segundo Rayo Cósmico es una de las razones por las que pudo albergar una coyuntura planetaria desequilibrada como la de la Tierra. Dos consciencias distintas prestaron servicio por medio de los cuerpos de Jesús: se propio ser, eslabón entre la humanidad y la Jerarquía planetaria, y la Entidad-Cristo, eslabón entre la Jerarquía planetaria y la solar. Debido a esta interacción se amplió la posibilidad de que algunas consciencias actuasen directamente en los planos materiales sin pasar por el nacimiento físico, utilizando para ello los vehículos de un ser encarnado. En estos casos, tampoco se requiere la transformación monádica[1]: la consciencia sólo se expresa durante el período necesario para el trabajo evolutivo que le corresponde en los planos materiales. Sin embargo, este proceso no se asemeja en nada al de la incorporación de seres humanos terrestres desencarnados en personas sensitivas; la sublime interacción de Cristo y Jesús contiene las claves de la unión del hombre con la esencia de la vida, que él denominó Padre, y constituye un referente para su actual realización. Esta interacción no fue develada totalmente, excepto a ciertos Iniciados, en los planos internos. No obstante, ahora, con los impulsos que trae la transición planetaria y con la consumación de la fase comenzada hace más de veinte siglos, caen muchos velos y puede concretarse la aproximación de la humanidad a la Jerarquía, de manera inédita en la historia de la Tierra. La encarnación de Cristo en los cuerpos de Jesús fue propiciada no sólo por una coyuntura planetaria y solar, sino también cósmica; en los niveles internos, se alinearon Sirius, el Sol, Venus y la Tierra. El comienzo de una nueva fase se hizo realidad en el planeta. Cristo representaba la ligazón del Sol y de la Fraternidad de Sirius con la Tierra, y Jesús la ligazón de la Tierra con el Sol, por intermedio de Venus; en la unificación de la consciencia de Cristo y Jesús, y en el servicio que ellos prestaron al impregnar la materia terrestre, se consolida el circuito energético Tierra-Venus-Sol-Sirius. Las energías que fluyeron en esa coyuntura especial estaban imbuidas de las emanaciones cósmicas de Sirius. Grande fue la potencia de esa manifestación crística preparada durante eras por las Jerarquías y por manifestaciones anteriores de menor voltaje. Según Rudolf Steiner (1861-1925), Vishva Karman era el nombre de Cristo para Zoroastro.”
"JESÚS CRISTO
HIJO DE DIOS SALVADOR",
donde el griego ÍXTHYS = 'pez'
"JESÚS. Innumerables interpretaciones fueron tejidas en torno a la vida y la naturaleza de Jesús. El Nuevo Testamento, el relato más difundido de sus actos, fue elaborado con textos escogidos en concilios cristianos, siguiendo criterios generalmente dogmáticos y unilaterales. Además, su sentido original fue tergiversado, voluntaria o involuntariamente, a lo largo del tiempo y con las sucesivas traducciones. De ese modo, los conocimientos verdaderos acerca de ese miembro de la Jerarquía espiritual se hicieron cada vez más raros. Existen relatos semejantes al de la concepción sobrenatural de Jesús, según está descrita en los Evangelios: en la India, referidos a Krishna, y en Egipto antiguo, referidos a sus divinidades. El mito creado en torno de Jesús sirvió de fundamento para una religión exotérica que después se dividió en varias facciones, cada una de las cuales sostiene posiciones más o menos trascendentales del mensaje que él canalizó. Algo poco común siempre estuvo presente en la naturaleza de este ser. Rudolf Steiner presentó una obra notable respecto de los Evangelios, en base a las informaciones que recogía de los archivos akáshicos. Reveló mucho sobre la genealogía de Jesús, aclarando la aparente contradicción entre los Evangelios. Además, explicó cómo, desde el punto de vista esotérico, los cuerpos de Jesús fueron formados tanto por sustancias primordiales, equivalentes a lo que existía en la Tierra antes de la caída del hombre (lo cual le concedió salud y pureza inigualables), como por elementos que, después de componer los cuerpos sutiles de un antiguo avatar, fueron conservados para esa finalidad. Los cuerpos de Jesús fueron preparados en el transcurso de varias encarnaciones para la tarea futura que tendrían. En el momento del Bautismo, en el Jordán, fueron cedidos a la Entidad-Cristo, según reveló también Alice A. Bailey al transmitir las enseñanzas del Maestro Tibetano D. K. (Djwhal Khul). En el proceso de encarnación de Cristo en Jesús, se aplicó una variante de la ley de transmutación con características diferentes a las de una simple transmutación monádica. Por eso no se puede establecer el límite entre la manifestación de Cristo y la de Jesús a partir del momento de esa interacción. Lo que se conoce de la vida de Jesús da testimonio de su enseñanza. La Entidad cósmica que se expresó por intermedio de Jesús se manifiesta a los hombres de acuerdo con la capacidad de ellos para acoger su energía y de acuerdo con su nivel de consciencia. Jesús se dio a conocer como Cristo al impulsar en esta humanidad especialmente el desarrollo de un alma. A medida que se establece el contacto de un hombre con el nivel anímico, la energía crística aflora de modo más potente y estimula su proceso cósmico: el despertar y el desenvolvimiento de la mónada. Cuando actúa en el plano monádico, esa Entidad se denomina Samana.
Jesús no se dirigió a un pueblo en especial; su mensaje es universal, como toda la obra de la Jerarquía; nació hebreo, pero siguiendo un destino mundial y con repercusiones en toda la humanidad de la superficie de la Tierra. Paul Brunton, en su libro, La realidad interna, comenta el origen extraterrestre de Jesús, y, según Helena P. Blavatsky, una de las funciones de Jesús era traer a esta humanidad enseñanzas de origen divino, cimiento de una nueva civilización. Al principio, su palabra se irradió por Occidente. Él sabía que tendría pocos seguidores mientras estuviese en el mundo material; también sabía cuál sería el desenlace de su encarnación. No vino para fundar organizaciones, sino para dejar simientes en lo íntimo de los seres humanos; como no cumplió las expectativas de sus contemporáneos, cristalizados en la letra muerta de las escrituras, éstos lo rechazaron. No obstante, a pesar de las tendencias retrógradas y de la falta de comprensión de la mayoría, su tarea fue cumplida, pues la energía crística, el amor-sabiduría, se afincó en el interior del planeta, posibilitando hoy la implantación de un nuevo código genético, más sutil, en la parte rescatable de la humanidad. Esa energía, además, permitió que el alma humana se polarizase en el nivel intuitivo y se desvinculase de ciertas leyes restrictivas, como la del karma material. Las palabras ‘El Reino está dentro de vosotros’, atribuidas a Jesús, sintetizan una gran enseñanza, cuya esencia recién ahora la humanidad comienza a vislumbrar. Es en el propio universo interior donde el ser humano encuentra los orígenes de su existencia, las causas de lo que ocurre en el mundo tangible y el destino que le aguarda. Con esa premisa se puede comprender, con mayor facilidad, la obra de Jesús y la de otros enviados de la Jerarquía, como también colaborar con ella.”
como es posible que Cristo aya recorrido los lugares ajenos a su cultura, el registro bíblico menciona que el vivió y desarrollo su ministerio en la región de Palestina.
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