jueves, 1 de agosto de 2013

HEMOS ESTADO HABLANDO ACERCA DEL TEMOR Y DE COMO VERNOS LIBRES DE EL

Hemos estado hablando acerca del temor y de cómo vernos libres de él, y hemos visto cómo el temor pervierte la mente impidiéndole ser libre, creativa y privándola, por lo tanto, de la enormemente importante cualidad de la iniciativa.

Creo que debemos considerar también la cuestión de la autoridad. Ustedes saben qué es la autoridad, pero ¿saben cómo nace? El gobierno tiene autoridad, ¿no es así? Está la autoridad del estado, de la ley, del policía y del soldado. Sus padres y sus maestros tienen cierta autoridad sobre ustedes, les hacen hacer lo que ellos piensan que deben hacer: irse a dormir a cierta hora, comer la clase apropiada de comida, conocer la clase correcta de personas. Les disciplinan, ¿verdad? ¿Por qué? Dicen que es por el propio bien de ustedes. ¿Lo es? Investigaremos eso. Pero primero tenemos que comprender cómo surge la autoridad. La autoridad es coacción, compulsión, el poder de una persona sobre otra, de los pocos sobre los muchos o de los muchos sobre los pocos.

Por el hecho de que alguien sea mi padre o mi madre, ¿tiene algún derecho sobre mí? ¿Qué derecho tiene cualquiera de tratar a otro como basura? ¿Qué piensan ustedes que da origen a la autoridad?

Obviamente, en primer lugar está el deseo que cada uno de nosotros tiene de encontrar un modo seguro de comportamiento: queremos que se nos diga lo que debemos hacer. Estando confundidos, preocupados y no sabiendo qué hacer, acudimos a un sacerdote, a un maestro, a un padre o a alguna otra persona buscando una salida para nuestra confusión. A causa de que pensamos que él sabe mejor que nosotros lo que hay que hacer, vamos a ver al gurú o a algún otro hombre ilustrado y le pedimos que nos diga cómo debemos actuar. Por lo tanto, es nuestro deseo de encontrar un estilo particular de la vida, una forma de conducta, lo que da origen a la autoridad, ¿no es así?

Digamos, por ejemplo, que voy a ver a un gurú. Acudo a él porque pienso que es un gran hombre que conoce la verdad, que conoce a Dios y que, por lo tanto, puede darme paz. No sé nada acerca de todo esto por mí mismo, de modo que acudo a él, me prostemo, le ofrezco flores, le entrego mi devoción. Deseo ser consolado, que me digan lo que tengo que hacer y, de ese modo, creo una autoridad. Esa autoridad no tiene una existencia real fuera de mí.

Mientras son ustedes jóvenes, el maestro puede señalarles aquello que no conocen. Pero si es de verdad inteligente, les ayudará a que crezcan para ser también inteligentes, les ayudará a que comprendan la confusión en que viven a fin de que no busquen la autoridad, ni la de él ni la de ningún otro.

Existe la autoridad externa del estado, de la ley, del policía. Somos nosotros los que creamos exteriormente esta autoridad, porque tenemos propiedades que proteger. La propiedad es nuestra y no queremos que ningún otro la tenga, y así creamos un gobierno para que proteja lo que poseemos. El gobierno se convierte en nuestra autoridad; es nuestra invención, para que nos proteja, para que proteja nuestro estilo de vida, nuestro sistema de pensamiento. Gradualmente, a través de siglos, hemos establecido un sistema de leyes, de autoridad: el estado, el gobierno, la policía, el ejército, para que "me" proteja y proteja lo "mío".

También está la autoridad del ideal, que no es externa sino interna. Cuando decimos: "debo ser bueno, no debo ser envidioso, debo sentirme fraternal con todos", creamos en nuestra mente la autoridad de un ideal, ¿no es así? Supongamos que soy intrigante, estúpido, cruel, que lo quiero todo para mí, que deseo el poder. Ése es el hecho, es lo que realmente soy. Pero pienso que debo ser fraternal porque así lo han dicho las personas religiosas, y también porque es conveniente, provechoso decir eso; en consecuencia, creo el ideal de la fraternidad. No soy fraternal, pero por diversas razones deseo serio; de ese modo, el ideal se convierte en mi autoridad.

Entonces, a fin de vivir conforme a ese ideal, me impongo una disciplina. Me siento muy envidioso de usted porque tiene un abrigo mejor o un sari más bonito o más títulos; por consiguiente, digo: "no debo tener sentimientos de envidia, debo ser fraternal". El ideal se ha vuelto mi autoridad y trato de vivir conforme a ese ideal.¿Qué sucede entonces? Que vida se convierte en una batalla constante entre lo que soy y lo que debería ser. Me disciplino, y el estado también me disciplina; ya sea comunista, socialista o capitalista, el estado tiene ideas acerca de cómo debo comportarme. Si vivo en un estado así y hago algo contrario a la ideología oficial, soy reprimido por el estado, o sea, por los pocos que controlan el estado.

Existen en nosotros dos partes: la parte consciente y la parte inconsciente. ¿Comprenden lo que eso significa? Supongan que estoy paseando por el camino y hablo con un amigo. Mi mente consciente está ocupada con nuestra conversación, pero hay otra parte de mí que está absorbiendo inconscientemente innumerables impresiones: los árboles, las hojas, los pájaros, la luz del sol sobre el agua. Este impacto de lo externo sobre lo inconsciente ocurre todo el tiempo, aunque nuestra mente consciente esté ocupada. Y lo que absorbe el inconsciente es mucho más importante que lo que absorbe la mente consciente. Ésta puede absorber comparativamente poco. Ustedes absorben conscientemente, por ejemplo, lo que se les enseña en la escuela, y eso no es realmente mucho. Pero la mente inconsciente está absorbiendo de manera constante las acciones recíprocas entre ustedes y el maestro, entre ustedes y sus amigos; todo esto ocurre subterráneamente e importa mucho más que la mera absorción de hechos en la superficie. De manera similar, durante estas charlas de cada mañana, la mente inconsciente está absorbiendo constantemente lo que se dice, y más tarde, durante el día o durante la semana, de pronto lo recordarán. Esto tendrá un efecto mayor sobre ustedes que lo que escuchan conscientemente.

Volvamos atrás: nosotros creamos la autoridad, la autoridad del estado, de la policía, la autoridad del ideal, la autoridad de la tradición. Quiero hacer algo, pero mi padre dice: "No lo hagas". Tengo que obedecerle, de lo contrario se enojará y dependo de él para alimentarme. Él me controla mediante el temor, ¿no es así? Por lo tanto, se convierte en mi autoridad. De igual modo, estamos controlados por la tradición: "debes hacer eso y no aquello, debes vestir tu sari de cierta manera, no debes mirar a los muchachos, o a las chicas..." La tradición les dice lo que deben hacer; y la tradición, después de todo, es conocimiento, ¿verdad? Están los libros que les dicen lo que hay que hacer, sus padres les dicen lo que hay que hacer, la sociedad y la religión les dicen lo que hay que hacer. ¿Y a ustedes qué les ocurre? Quedan aplastados, abatidos. Jamás piensan, jamás actúan y viven vitalmente, porque todas estas cosas les atemorizan. Dicen que tienen que obedecer, de otro modo estarán indefensos. ¿Qué significa esto? Significa que han creado la autoridad, a causa de que están buscando un modo seguro de conducirse, una manera segura de vivir. La persecución misma de la seguridad crea autoridad, y así es como nos volvemos meros esclavos, dientes en las ruedas de una maquinaria, viviendo sin ninguna capacidad para pensar, para crear.

No sé si ustedes pintan. Si lo hacen, generalmente el maestro de arte les dice cómo pintar. Ven un árbol y lo copian. Pero pintar es ver el árbol y expresar sobre la tela o en el papel lo que sienten respecto de ese árbol, lo que significa: el movimiento de las hojas con el susurro del viento que pasa entre ellas. Para hacer eso, para captar el movimiento de la luz y de las sombras, tienen que ser muy sensibles. ¿Y cómo pueden ser muy sensibles a cualquier cosa si tienen miedo y están todo el tiempo diciendo: "debo hacer esto, debo hacer aquello, de lo contrario, ¿qué pensará la gente?". Toda sensibilidad a lo bello es paulatinamente destruida por la autoridad.

Surge, entonces, el problema de si una escuela de esta clase debe disciplinarles. Vean las dificultades que los maestros, si son verdaderos maestros, tienen que afrontar. Alguno de ustedes es una chica o un chico desobediente; si yo soy un maestro, ¿debo imponerle una disciplina? Si lo hago, ¿qué ocurre? Siendo más grande, teniendo más autoridad y todo eso, y porque me pagan para hacer ciertas cosas, le obligo a obedecer. Al hacerlo, ¿no estoy mutilando su mente? ¿No estoy comenzando a destruir su inteligencia? Si le fuerzo para que haga las cosas porque pienso que eso es lo correcto, ¿no le vuelvo estúpido? Y a ustedes les gusta ser disciplinados, que les fuercen para que hagan las cosas, aun cuando exteriormente puedan objetarle. Eso les da una sensación de seguridad. Si no les forzaran, piensan que estarían realmente mal, que harían cosas incorrectas; por lo tanto, dicen: "por favor, disciplíneme, ayúdeme a comportarme correctamente".

Entonces, ¿debo disciplinarles o más bien ayudarles a que comprendan por qué son desobedientes, por qué hacen esto o aquello? Esto significa, sin duda, que como maestro o padre no debo tener sentido alguno de autoridad. Debo ayudarles realmente a que comprendan sus dificultades, por qué son malos, por qué huyen; debo desear que se comprendan a sí mismos. Si les fuerzo no les ayudo. Si como maestro quiero ayudarles de verdad a que se comprendan a sí mismos, eso significa que sólo puedo ocuparme de unos pocos niños o niñas. No puedo tener cincuenta estudiantes en mi clase. Sólo he de tener unos pocos, de modo que pueda prestar atención individual a cada uno de ellos. Entonces, no crearé la autoridad que les obligue a hacer algo que probablemente harían por su propia cuenta una vez que se comprendieran a sí mismos.

Espero, pues, que vean cómo la autoridad destruye la inteligencia. Después de todo, la inteligencia puede advenir sólo cuando hay libertad, libertad para pensar, para sentir, para observar, para investigar. Pero si les fuerzo, les hago tan tonitos como yo lo soy; y esto es lo que por lo general ocurre en una escuela. El maestro enseña lo que sabe él y no saben ustedes. ¿Pero qué es lo que el maestro sabe? Un poquito más de matemáticas o geografía. Él no ha resuelto ninguno de los problemas vitales, no ha investigado las cosas enormemente importantes de la vida, ¡y truena como Júpiter o como un sargento mayor!

Por lo tanto, en una escuela de esta clase es esencial que, en vez de ser meramente disciplinados para que hagan lo que se les dice, se les ayude a comprender, a ser inteligentes y libres, porque entonces serán capaces de afrontar sin temor todas las dificultades de la vida. Esto requiere un maestro competente, un maestro que se interese realmente por ustedes, que no está preocupado por el dinero, por su esposa y sus hijos; y es responsabilidad tanto de los estudiantes como de los maestros crear un estado de cosas semejante. No se limiten a obedecer, descubran cómo resolver un problema por sí mismos. No digan: "hago esto porque mi padre quiere que lo haga". Descubran más bien por qué quiere él que lo hagan, por qué piensa él que una cosa es buena y alguna otra es mala. Háganle preguntas, de modo tal que no sólo despierten la propia inteligencia, sino que también le ayuden a él a ser inteligente.

¿Pero qué es lo que suele ocurrir cuando comienzan a hacerle preguntas a su padre? Él les castiga, ¿no es así? Está preocupado por su trabajo y no tiene la paciencia, el amor para sentarse y conversar con ustedes sobre las enormes dificultades de la existencia, de ganarse la vida, de tener una esposa o un marido. No quiere tomarse tiempo para examinar todo esto, de modo que les aparta o les manda a la escuela. Y en esto, el maestro es igual que el padre de ustedes, igual que cualquier otra persona. Pero es responsabilidad de los maestros, de los padres y de todos ustedes, los estudiantes, contribuir al despertar de la inteligencia.

Interlocutor: ¿De qué modo puede uno ser inteligente?

K.: ¿Qué implica esta pregunta? Quieres un método por el cual ser inteligente, lo cual implica que sabes lo que es la inteligencia. Cuando vas a algún lugar, ya sabes cuál es tu destino y sólo tienes que averiguar el modo de llegar más allá. De igual manera, piensas que sabes lo que es la inteligencia y deseas un método por el cual puedas ser inteligente. La inteligencia es el cuestionamiento del método. El temor destruye la inteligencia, ¿no es así? El temor te impide examinar, cuestionar, inquirir; te impide descubrir lo verdadero. Quizá llegues a ser inteligente cuando ya no sientas temor. Tienes que investigar todo el problema del temor y estar libre del temor; entonces existe la posibilidad de que seas inteligente. Pero si preguntas: "¿de qué modo puedo ser inteligente?", estás cultivando meramente un método y así te vuelves tonto.

Interlocutor: Todos sabemos que vamos a morir ¿Por qué le tenemos miedo a la muerte?

K.: ¿Por qué le temes a la muerte? Tal vez sea porque no sabes cómo vivir. Si supieras cómo vivir plenamente, ¿le tendrías miedo a la muerte? Si amaras los árboles, la puesta del sol, si amaras a los pájaros, la hoja que cae, si tuvieras conciencia de los hombres y mujeres que lloran, de la gente pobre, si realmente sintieras amor en tu corazón, ¿estarías temeroso de la muerte? ¿Lo estarías? No te dejes persuadir por mí. Consideremóslo juntos. Ustedes no viven con alegría, no son dichosos, no son vitalmente sensibles a las cosas; por eso preguntan qué va a pasar cuando mueran. Para ustedes la vida es dolor, por eso están mucho más interesados en la muerte. Sienten que tal vez habrá felicidad después de la muerte. Pero ése es un problema tremendo y ustedes no saben cómo investigarlo. Después de todo, en el fondo de esto está el temor: temor de morir, temor de vivir, temor de sufrir. Si no pueden comprender qué es lo que causa el temor y se libran de él, entonces no tiene mucha importancia si están viviendo o si están muertos.

Interlocutor: ¿Como podemos vivir dichosamente?

K.: Cuando estás viviendo dichosamente, ¿lo sabes? Sabes cuando estás sufriendo, cuando tienes un dolor físico. Cuando alguien te golpea o se enoja contigo, sabes que sufres. Pero cuando eres dichoso, ¿lo sabes? ¿Tienes conciencia de tu cuerpo cuando está sano? Ciertamente, la felicidad es un estado del cual somos inconscientes, del cual no nos percatamos. En el momento en que nos damos cuenta de que somos felices, dejamos de ser felices, ¿no es así? Pero casi todos ustedes sufren; siendo conscientes de eso, desean escapar del sufrimiento hacia lo que llaman felicidad. Quieren ser conscientemente felices; y en el momento en que son conscientemente felices, la felicidad se ha ido. ¿Puedes decir alguna vez que eres dichoso? Es solamente después, un instante o una semana después cuando dices: " ¡qué feliz fui, qué dichoso he sido!". En el instante real eres inconsciente de la felicidad, y ésa es su belleza.


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Extracto de EL ARTE DE VIVIR, Jiddu Krishnamurti

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