Si no estás de acuerdo con la vida que estás llevando, como persona, y eres capaz de integrar el sentido tan trascendental que puede tener para ti esta frase que en breve leerás, podrás dar un giro importante a tu vida.
Ahí va: “Nadie jamás te devolverá la vida que pierdas evitando vivir la tuya verdadera”.
Es bueno que primero sepas quién eres tú mismo, tú misma, para poder mostrarte como tal.
Quizás sería bueno que rompieras “el espejo que son los demás” si te miras en él con envidia y para tratar de imitarles –y ser “ellos” en lugar de ser tú-.
Ponerse la máscara de las conveniencias, querer ser una versión del otro, un imitador que acaba confundiéndose con el imitado, un actor que cada día interpreta un personaje distinto pero nunca es él mismo, conlleva una pérdida de energía, un descenso de la autoestima, y una confusión en la que se llega a perder de vista a quien uno es, e incluso el sentido de su vida.
Sal cada día al mundo con tu Plan de Vida bajo el brazo, con la satisfacción de ser una persona digna, con el sano orgullo intacto, con las aspiraciones más elevadas de tu corazón, con la mirada ennoblecida, y sin lastres.
Esto es muy importante: prueba a ser como quisieras ser, como intuyes que eres. Y a ver qué pasa. Aunque sólo sea durante un día; si al final del día aún no te sientes con capacidad para ser tú del todo, puedes volver a seguir siendo como eres ahora. Tienes mucho que ganar y nada que perder.
Te lo recomiendo incluso aunque no tengas clarísimo quién eres: sé, por lo menos, esa parte que sí conoces.
No te ocultes, no te avergüences, no reniegues de ti.
Siéntete satisfecho, a gusto, y en paz con quien eres. Si no estás del todo contento, si sientes que eres algo más, hazte la promesa indestructible de colaborar contigo en sacar a la luz a la auténtica persona y, sin dejar de ser tú, aplícate los retoques que creas apropiados.
Sé natural. Como te dicten tu corazón y tu naturaleza. No dejes que el personaje usurpe tu lugar, y no fomentes la imagen que proyectas si descubres que no coincide exactamente contigo. Ser uno mismo no ha de requerir ningún esfuerzo, y aún menos ningún fingimiento. Haz sólo aquello de lo que te sientas convencido. Averigua quién eres realmente.
No te traiciones: sería el más grave atentado que podrías cometer contra ti.
Fomenta tu dignidad personal, defiéndela por encima de otras cosas.
Que todo el mundo te respete. Sé una persona válida, útil, amable, generosa, satisfecha, íntegra, íntimamente feliz. Así eres en tu esencia.
Ejerce tu irrenunciable derecho a la felicidad.
No te rindas, no te vendas, no te humilles; no autorices las voces ni los enemigos que se alcen contra ti.
No olvides esto: sé amor, se luz, se alegría contagiosa, sé felicidad compartida, sé esperanza, sé una sonrisa viva, sé prudencia, sé un receptáculo digno para el alma… sé todas esas cosas que también eres.
Despréndete poco a poco, o de un plumazo, tú verás cómo estás de convencimiento y fuerzas, de todos los agoreros que te auguran un futuro deplorable, de quienes no confían en ti, de quienes sólo son capaces de sacar a la luz tus cosas menos interesantes, de los que te dicen cómo tienes que ser y pensar, y de quienes te exigen que seas quien no eres y te comportes sólo como a ellos les apetece.
Presérvate de quien te impida manifestarte libremente, de quien te ponga “peros”, de quien no te acepte y ame como tú eres.
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