Caminé en la oscuridad absorto en mis pensamientos sin un rumbo fijo. Me senté en un banco de un parque sin nombre. El silencio se palpaba. A lo lejos, algunos viandantes en busca de su destino, ¿quién sabe qué les ocurriría al día siguiente? Ahora, el tiempo parecía haberse detenido… Alguien me dijo que ocurriría y que sabría, llegado el momento, qué acontecimiento marcaría un nuevo comienzo en mi vida. Parece que la vida es una suma de acontecimientos donde da la sensación que acaban superponiéndose unos con otros, en mi mente se amontonan como si todos pasaran al mismo tiempo. Pasado, presente, futuro…, ¿qué son en realidad?
Y vi, ante mí, cómo aquel vagabundo se acercó decidido, parecía como si se encontrara con un viejo amigo.
¡Hola! –me dijo.
Del mismo modo respondí, aunque sin ningún ánimo en especial.
Se sentó a mi lado. Sacó de una bolsa un pequeño paquete. De reojo veía sus movimientos, como no queriendo darle importancia. Era un bocadillo bien envuelto en papel de aluminio.
–Me lo acaban de regalar –me dijo, sonriendo.
Lo partió por la mitad.
–¿Quieres un poco?
–No, gracias. No tengo hambre.
–¿Has observado que la oscuridad no es tal cuando se adapta tu visión pasados unos minutos? –continuó hablando–. Mira los árboles. ¿Ves aquella rama que sobresale de aquel, la luz que la rodea? La señaló con un dedo.
En realidad no me fijé en la rama que señalaba, sino en el dedo que lo indicaba. Era su dedo índice el que parecía tener un brillo centelleante, un suave dorado. No me atreví a decírselo. Me fijé en la rama, aunque sí la veía con más nitidez que al principio, pero nada fuera de lo normal. No sabía qué hacer, ni qué decir, tampoco es que yo fuera un gran interlocutor. Nada tenía que perder, pensé.
–No he visto nada en particular en la rama, pero sí me ha llamado la atención el dedo que la señalaba.
–¿Qué has visto?
–Una luz que lo envolvía.
–¿Y?
–Pues que nunca había visto nada igual, aunque no sé por qué tampoco me sorprende.
–Quizás no te sorprenda porque no sea del todo desconocido para ti.
Puede que en algún rincón de tu memoria esté presente.
–¡Mi memoria! ¡Si casi no recuerdo qué hice ayer!
–Lo que se ha vivido queda registrado, ¡absolutamente todo!
–Pues será en otra vida –entre risas le contesté.
–Aquello que necesitas recordar, no dudes que de un modo u otro, se hará presente para ti. Todo lo vivido no es fútil, ni caprichoso. Responde a una necesidad de tu ser que quiere adquirir experiencia, desarrollarse y expandirse sin fin. El recorrido de tu alma no es arbitrario y cuando dejas a “medias” alguna lección en el “pasado”, la retomas en cualquier tiempo “presente”. Es aquí cuando sale a la luz de tu memoria las herramientas que necesitas para continuar la lección “abandonada” tiempo atrás.
Absorto le escuchaba, como cuando de chaval atendía a las clases de historia –quería conocer todo de nuestro pasado.
–¿Qué rondaba tu mente está tarde?, –continuó.
–Nada en particular, –le respondí.
–¿Estás seguro?
Parecía que quería sondear lo más profundo de mi ser. Hice un muro hace tiempo para protegerme; para no hacerme daño, ni hacérselo a los demás. Pero él, un vagabundo a quién no conocía, estaba dispuesto a derribarlo.
–Hay veces –empecé a quitar “ladrillos”– en que dudo de mí, de quién soy, de qué “pinto” en este mundo donde solamente parece haber sufrimiento; donde las alegrías parecen un suspiro nada más. Siento impotencia ante el horror, cada vez que enciendo la televisión, abro un periódico… Quiero evadirme, pero no puedo. Busco una explicación lógica y no la encuentro. ¡No sé! Es todo cuanto sé.
–¿Y crees que los demás “saben”? ¿Crees que tras las máscaras de quienes te rodean hay felicidad? Si estás, estáis, en este tiempo presente es para acabar de una vez por todas con tal sufrimiento.
–Es fácil decirlo –le dije–, pero ponerlo en práctica no lo es. Te entregas con todo tu alma por una causa y, vayas donde vayas, acabas cansado de ver el egoísmo que escondido de bondad parece rodearte. He vivido los oscuros intereses tildados de grandilocuencia solidaria…
–Veo que rezumas negatividad. ¿Sabes que de ese modo alimentas la negatividad? Ya te he dicho que todo cuanto ocurre permanece, y permanece, porque tiene vida. ¡Todo es vida! Y la vida también es movimiento. De hecho la vida es eterno movimiento, vibración continua. Caminamos entre dos fuerzas que se atraen y repelen. Dos fuerzas que tienen un origen y un destino común… Pero no quiero complicarte la vida, –sonrió al tiempo que lo decía.
Tenía razón, no estaba ahora para complicaciones.
«Pero, como no quiero que te quedes en un estado pleno de negatividad…, de ti depende que una u otra polaridad sea la que circule libremente o, que ambas “trabajen” bajo tus “ordenes”.
»Habrás oído más de una vez sobre la efectividad de la oración. Ésta no es más que la colaboración entre quien ora y la energía en la que vivimos. Dicha energía es como el alimento que toma el bebé que vive en el interior de una mujer embarazada. Él “pide” y su madre le “da”. Ella, su madre, toma a su vez la energía necesaria para su vida del “Ser” en el que vive y en el que tú también vives. Puedes tomar un alimento sano o en mal estado, depende en gran parte de los pensamientos que emites, emitimos todos, continuamente… de su polaridad y sobre todo del Ser en el que vivimos. La energía en sí, no es ni positiva ni negativa, nosotros creamos, más bien la materializamos, dándole “polaridad” según nuestra capacidad de ser “uno”. En ti viven muchas vidas… Todos los seres estamos conectados en una escala infinita donde principio y fin se confunden en un eterno presente… Mas tiempo pasado, presente y futuro dependen del lugar en que se posiciona el observador.
»Piensa que la situación de crisis en la que se encuentra este mundo la hemos creado entre todos y entre todos podemos darle la vuelta, convertirla en una oportunidad de crecimiento del ser que somos en el mejor de nuestros sueños. Traerlo a esta realidad es tan factible como tú seas capaz de imaginarlo. La aparente polaridad negativa actual, en el “pasado” fue positiva, mas al querer esta humanidad crecer, aquello que creamos y nos alimentó, ahora se está convirtiendo en un lastre capaz de impedirlo. La clave consiste en envolver de luz cada pensamiento creado, imaginado… en cualquier tiempo.
»La luz que has percibido en mi dedo la has visto porque estabas dispuesto. Tu mente ya está cansada de viajar por pensamientos que no te satisfacen. Has andado tanto que te has parado en medio de ninguna parte y ya no te importa. Estás listo porque tu alma aún ansía libertad. La luz que has visto en mí es consecuencia del acuerdo, el pacto que hice contigo. Vendría a tu encuentro cuando estuvieras preparado, cuando pidieras un nuevo alimento, cuando oraras con humildad…»
No sabía muy bien dónde estaba. Las palabras que había escuchado con atención me habían transportado a un “cielo” que creía desaparecido para siempre. Era un estado que sentía muy mío y muy real, pero que no podía localizar en ningún tiempo, ya no sé si pasado o futuro. No me importaba y quería perpetuar tal estado…
Con estos pensamientos volví a la cruda realidad… Pero el vagabundo seguía ahí sentado, junto a mí. ¡Era real! Y me fijé en su rostro, sus facciones. No parecía el vagabundo de hace tan solo unos segundos, se había transfigurado en otro ser; estaba majestuoso, imponente.
Se levantó y me volvió a ofrecer la mitad de su bocadillo. Esta vez sí lo acepté. Sentía hambre…
–Tenías hambre y te di de comer. Tuve sed y me diste de beber –me dijo.
–¿Cuándo te di de beber, si nunca antes te vi? –le contesté.
–Cuando tuve sed… Recuerda.
Di el primer bocado, embebido en su sabor, recordé.
Le miré a los ojos y en ellos me sumergí y supe quién era él y supe quién era yo.
–Uno. Somos Uno –me repetía a mí mismo.
Pasado, presente y futuro… ¿qué son en realidad?
Me tendió su mano, la acepté. Volví a percibir la luz en su mano y ésta se extendió hasta envolvernos por completo. Sonreímos.
Se alejó por donde vino, pienso si hacia un lugar más allá del tiempo…
Ángel Hache E
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