sábado, 22 de marzo de 2014

EL DOLOR Y SUFRIMIENTO!!

En la vida DE TODOS hay momentos que a veces, o casi siempre, desearíamos que no existieran: cuando sufrimos o cuando algo nos duele en el alma y en el cuerpo, no lo aceptamos, no lo queremos porque no nos gusta.
No hay que engañarnos; el dolor, el sufrimiento, el fracaso, la desgracia y la muerte, son situaciones propias de la vida humana. Es inútil, por tanto tratar de evitarlas e ignorarlas. Estas realidades las llevamos dentro de nosotros igual que llevamos el amor, la inteligencia, los sentimientos, etc. Lo más adecuado e inteligente, es reconocer que en cada uno de nosotros está latente la posibilidad de sufrir o morir. No se trata de ver todo con una actitud pesimista o negativa. No, se trata de aprender a sufrir o morir con dignidad. “Cuando tomamos conciencia de nuestro papel, incluso la más borrosa, sólo en ese momento seremos felices. Sólo entonces podremos vivir en paz y morir en paz, pues lo que da un sentido a la vida da un sentido a la muerte”. Nos dice de Saint Exupery.
Es bien cierto que o tomamos el papel de víctima o de protagonista. Cuando tomamos el papel de víctima nos quedamos en el fondo, en el duelo permanente, cuando tomamos el papel de protagonista, salimos del duelo, pasamos por la aceptación y conquistamos la reconciliación con nosotros y con los demás.
No existe en el mundo un solo hombre que no haya sufrido. Hay quienes sufren físicamente día a día, otros tienen penas morales muy grandes, otros viven angustiados por conseguir el sustento para su familia, otros padecen hambre y sed, otros son tratados injustamente o son privados de sus derechos y de su libertad, algunos miran con impotencia como mueren sus seres queridos. Sufrir es soportar el mal moral o físico, el dolor, la enfermedad, la angustia, la tristeza, la contrariedad, las privaciones, las ofensas y todo cuanto pueda degradar la vida.
Ante este hecho, ante la imposibilidad de eliminar el dolor, puede surgir la desesperación o la angustia, y entonces la persona vive obsesionada por los malos ratos que pasa o quejándose continuamente de las penas que padece. Aquí es donde está la gravedad del sufrimiento; la persona se cierra a esa experiencia y es incapaz de mirar más allá. El horizonte de su vida se vuelve negro porque toda su atención se centra en lo negativo de su existencia., vive compadeciéndose a sí misma y se olvida de luchar por superarse y por alcanzar sus metas.
¿Es la muerte la disolución en el vacío, o el tránsito a lo auténtico? A esta pregunta sólo da respuesta la religión. Cuánto bien nos da la fe en Dios.
El hombre está hecho para la vida, mientras que la muerte -como la Escritura nos explica desde las primeras páginas (Cfr Gén 2-3)- no estaba en el proyecto original de Dios, sino que ha entrado sutilmente a consecuencia del pecado, fruto de la “envidia del diablo” (Sb 2,24). Se comprende entonces por qué, ante esta tenebrosa realidad, el hombre reacciona y se rebela. Es significativo, en este sentido, que Jesús mismo, “probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado” (Hb 4,15), haya tenido miedo ante la muerte: “Padre mío, Si es posible, que pase de mí esta copa” (Mt 26,39). Y ¿cómo olvidar sus lágrimas ante la tumba del amigo Lázaro, a pesar de que se disponía a resucitarlo? (Cfr Jn 11,35). Ciertamente, el dolor no tendría consuelo si la muerte fuera la destrucción total, el final de todo. Por eso la muerte obliga al hombre a plantearse las preguntas radicales sobre el sentido mismo de la vida: ¿qué hay más allá del muro de sombra de la muerte?
Cuando se ofrecen los sufrimientos, o el dolor, o la desgracia física, en lugar de auto compadecerse y buscar la compasión ajena, se crece ante estas realidades y se lucha, no sin esfuerzo, no sin dolor y sacrificio, sino superando y venciendo no tanto la enfermedad o el sufrimiento, sino lo negativo y lo pesimista de su estado de ánimo. El sufrimiento y el dolor son, sin duda alguna, uno de los medios más eficaces con los que cuenta el hombre para superarse, crecer internamente hasta llegar a elevarlo como medio de santificación.
Tal es el caso de Laura, una señorita de nuestro tiempo, que supo sublimar su dolor. Tenía cáncer en fase terminal, con dolores intensos, sin embargo los ofrecía a Dios por el perdón de los pecados de los hombres y vivió sonriendo hasta el final. Se puede constatar que las personas que han sufrido más, suelen ser personas maduras, realistas y centradas, por que el sufrimiento.
Se quiera o no, todos caminamos hacia un final temporal pero todos vamos hacia un inicio en la eternidad, nuestras vidas van a desembocar necesaria e inevitablemente en la muerte. Esto significa que nuestra vida tendrá un sentido en la medida que la aprovechemos y hagamos acciones buenas, y como dice San Pablo al final de la vida seremos juzgados en el amor, es decir, de todo lo que hicimos y de todo lo que dejamos de hacer con Dios y con el prójimo. Por ello es importante vivir cada día como si fuera el último de la vida. Y como dice Séneca, “Mal moriría quien no supiera vivir bien”
El sufrimiento es un momento de auténtico encuentro con uno mismo, con los demás, con la vida de los hombres, y con Dios.

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