Somos conciencia infinita viviendo la experiencia de un cuerpo físico.
Cuando la conciencia se identifica con este cuerpo físico pierde por un momento su contacto con la fuente universal y comienza a vivir la ilusión de los sentidos. Una realidad creada por los sentidos.
Pero todos sabemos que los sentidos son limitados. Perciben solo una franja muy estrecha de todo el rango de vibraciones electromagnéticas (por ejemplo la luz visible).
Y además esta percepción luego es integrada por el cerebro, de acuerdo a su programación y a las creencias que se tengan.
Es evidente que a través de la historia, como individuos y como sociedad, hemos sido condicionados para creer y crear una realidad dependiente de los sentidos: “ver para creer”.
Si solo vemos una pequeñísima porción de lo que realmente sucede y además nuestra interpretación de lo que percibimos es limitada. ¿Cómo podemos creer ciegamente en lo que vemos o nos muestran?.
Lo que llamamos “realidad” es una ilusión.
Muchos de nuestros pensamientos, ni siquiera son propios, son el producto de programas instalados por otros. Y si no: ¿Qué es la educación? Somos educados, formados, o “formateados” para funcionar en un rango limitado de todas nuestras posibilidades. Sintonizados en un nivel vibracional específico que llamamos “realidad” y nos conecta con los demás y con los objetos que creemos “reales”. Cultura, pautas morales, creencias, costumbres, leyes y disposiciones, etc.
Pero esto es una “ilusión”. La ciencia lo demuestra. Las enseñanzas espirituales muestran esto desde hace miles de años.
No existe nada fuera de nuestra mente.
Dicho de otra forma. No hay un “afuera” y “nosotros”. Solo hay un campo infinito de energía e información moviéndose continuamente y un observador que decodifica esa información y la convierte en una imagen 3D, de acuerdo a sus patrones de programación. Esto es un hecho. Incluso en otro nivel, nuestra mente es también una ilusión. Einstein decía: “la realidad es una ilusión, aunque una persistente”.
Somos conciencia universal infinita.
Eso es lo “real”.
Cuando comprendemos esto, podemos ver la naturaleza de la ilusión y de la mentira y retomar el control de nuestras vidas, como individuos y como sociedad. No somos este cuerpo.
El cuerpo físico es una expresión de la conciencia infinita, un vehículo, que nos permite experimentar la vida, los sentidos, las emociones: amar, sufrir, gozar, aprender. Tiene un sentido, un propósito.
El problema aparece cuando quedamos atrapados en la ilusión de la existencia y la conciencia pierde referencia. Ya no sabemos quienes somos en realidad.
Podemos percibir la vida como una gota separada del océano y proyectar una realidad en consecuencia, y repetirnos: “no soy nada, la vida es una mierda, no se que hacer, de todas formas no puedo cambiar nada…”.
Pero cuando esta gota vuelve al océano –que de hecho es de donde salió-, no hay punto donde termina la gota y comienza el océano. La gota es el océano, el océano es la gota.
Cuando nos percibimos de esta manera, ya no nos sentimos aislados ni impotentes. Somos el océano viviendo la experiencia de la gota.
Ya no es necesario mirar para afuera para que nos digan que hacer, o compararnos con los demás para medir nuestra vida.
“Somos el océano”.
Por eso la principal herramienta de los medios de dominación y control es la de mantenernos aislados, vibrando en una frecuencia muy baja, de manera que la realidad que experimentamos y los pensamientos y deseos que creemos propios forman parte de un programa predeterminado de condicionamiento.
En la medida que nos mantenemos prisioneros del cuerpo físico y de los 5 sentidos, con más facilidad nos sentiremos aislados y perdidos en esta “inmensidad” y la realidad que proyectemos será tan estrecha y limitada como lo es la percepción de los sentidos.Un individuo vibrando en esta frecuencia es muy fácil de manipular.
Pero la conciencia infinita no puede ser manipulada ni deformada.
Nuestra esencia fundamental no nace ni muere. Lo que llamamos “yo” y el cuerpo físico que lo sustenta, son solo manifestaciones de la conciencia universal. No tienen sustancia propia y se están transformando todo el tiempo.Pero entonces, ¿Quién soy?...El océano.
Mirar el mar es interesante, podemos ver las olas que se forman, crecen, se desarrollan, se van desplazando y mueren en la orilla. Nos dan la impresión momentánea de que tienen una existencia individual. Creemos que vemos el comienzo y el fin de una ola. Pero si observamos más en profundidad, veremos que es solo el movimiento del mar, no hay tal cosa como una ola separada del mar.
Las diferencias las hace la mente.
No hay nada fuera de cada uno.
Las categorías las construye el cerebro de acuerdo a los programas (creencias) que tenga instalados. Si creemos que solo existe lo que vemos, lo que escuchamos o lo que pensamos, estaremos siempre prisioneros de nuestros sentidos.
No vemos las cosas como son, sino como somos.
"Creer para ver"
Hoy en día hay una cantidad enorme de estímulos para los sentidos y el cuerpo físico. Los alimentos, las bebidas, el sexo, el exceso de información por todos los medios, celulares, redes sociales, Internet, confort, dinero, etc. La sociedad moderna divide a las personas en winners y losers. Muchos lo creen y viven atrapados en esta dualidad. El común denominador es que tanto el ganador como el perdedor corren todo el día detrás del mismo premio (la misma zanahoria). Como si una ola compitiera con otra para ver cual es la más grande o la mejor.
¿Cuánto duraría está ilusión hasta que vuelvan al océano del cual nunca salieron?
Somos el océano experimentándose a si mismo bajo la forma de olas, que momentáneamente toman una forma, e incluso las olas tienen una historia. Hay olas que han dado vuelta barcos, hay olas que han hecho desaparecer gente o que le han servido a surfers para que ganen un torneo, a veces hay olitas, a veces un tsunami, en fin…pero nunca esas olas salieron del océano, nunca dejaron de ser el océano.
Esta comparación quizá parezca simple y repetida, pero lo interesante es cuando lo realizamos en nuestra vida, con la totalidad de nuestro ser. Cuando asumimos nuestra verdadera naturaleza y percibimos la vida desde el océano, ya no como una olita aislada, si no desde nuestra naturaleza infinita y universal.
Debemos hacer atención a la manera en que nos nutrimos, de materia (energía) e información, la manera en que percibimos la realidad estará creando una realidad en consecuencia.
No hay que seguir ni alimentar la mentira, ni ser esclavos de nada ni de nadie.
El océano, como el agua, es libre y se adapta a todas las formas, nutre y sustenta a la vida.
Somos el océano, surgimos de él.
Un océano de potencialidad infinita, pleno de energía y posibilidades.
Un océano de abundancia y amor incondicional, donde todas las formas pueden vivir y expresarse libremente, ya que cada una es el océano mismo haciendo su experiencia.
Somos la experiencia del océano.
Mariano Giacobone
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