martes, 12 de agosto de 2014

La Multidimensionalidad es la propiedad del Espíritu por la cual un mismo ser puede existir simultáneamente en infinidad de planos de existencia, dimensiones o moradas, desarrollando, expandiendo y, de este modo, propulsando con mayor celeridad y eficacia su propia evolución en sus distintas manifestaciones de vida, en cada una de ellas en particular y, a su vez, como un todo en conjunto por medio de las experiencias asumidas en estos distintos niveles de existencia.

Cabe, incluso, añadir el detalle de que se pueden transitar por varias vidas, existencias o encarnaciones en una misma dimensión en la misma secuencia de tiempo, con objeto de llegar a abarcar un extenso espectro de lecciones y vivencias de aprendizaje, en todo caso oportunamente asignados, en función del estado evolutivo en el que se encuentre el ser álmico.

Esto es lo que se ha venido a denominar en los Mensajes Canalizados la fragmentación de la Fuente Universal de toda Vida, Dios, y, al mismo tiempo, de todas sus criaturas, como medio de evolución aceptado en la Creación por el cual puede abordarse la finalidad pretendida sin llegar, por otro lado, a perder la esencia del propio ser.

Esta es, pues, la vía que adoptaron los hijos de Dios para que, una vez producida la separación de ellos de la misma Fuente como entidades individuales, libres y con poder de cocreación, pudieran abrirse a sus propias experiencias y elecciones, adquiriendo, así, por su propia cuenta el entendimiento y la conciencia acerca de la divinidad existente en ellos mismos y en todo lo creado, y contar, de este modo, con el potencial viable de poder siempre redescubrirse a sí mismos y contribuir, de esta forma, a la consumación de una Creación dinámica, siempre en continuo flujo, movimiento y cambio. Comenzaron de ese modo un viaje de experiencia, aprendizaje y evolución que tendría siempre como última meta, de nuevo, la identificación de la Unidad Total con la Fuente Universal, Dios, y con todo lo que es.

A la misma vez, se podría indicar que la Fuente, en el desarrollo de este proceso, también experimenta esta fase de redescubrimiento y evolución continua a través de las experiencias en cada uno de sus hijos y criaturas, como esencia vital que subyace en el Espíritu interior de cada ser y que es unificadora de todos los fragmentos y componentes de todo lo existente en el Universo.

Atendiendo, pues, a todo lo expuesto, será como, a través de estos fragmentos, átomos del Espíritu en los que un ser multidimensional puede llegar a dividirse, todo cobra un sentido natural e inteligente en cuanto a la existencia del ser en distintas dimensiones, en general de características vibratorias y energéticas distintas, transitando por las experiencias apropiadas y posibles en cada uno de estos planos que le permitan evolucionar, al unísono, en infinidad de facetas y aspectos, estando, a la vez, todas estas particiones conectadas entre sí como fragmentos de un gran cuerpo superior, también llamado Yo Superior o Yo Divino, por lo que los avances obtenidos en ciertas dimensiones pueden acabar revirtiendo y favoreciendo simultánea y automáticamente las experiencias abordadas en otras como efecto y resultado de la conexión existente entre todas las partes del ser.

Por tanto, esta condición representa la propiedad del Espíritu que hace viable esta inmensa realidad multidimensional, poder existir en el Aquí y en el Ahora en infinitos planos, sean, incluso, pasados, presentes o futuros, y, así mismo, en cualquier encarnación o existencia llegar a ser Uno y, a la vez, ser un Todo, aunque se cuente con mayor o menor conciencia de ello. Es decir, cualquiera de estas partes, incluso las encarnadas en la 3D, son, a todos los efectos, representaciones auténticas y reales del Yo Superior y, por tanto, de Dios mismo, como Ser Supremo desde donde surge y se rigen toda la vida. El Todo, de este modo, está presente en la parte.

Esta es la razón por la cual las canalizaciones reinciden en el mismo concepto planteándolo de distintas maneras. En este proceso de Ascensión Planetaria todos los seres humanos estamos llamados a despertar y recordar el poder y la divinidad que ostentamos por el derecho divino de nuestra propia naturaleza. Subidos, libres y voluntariamente, a esta ola de ascensión dimensional, se comienzan a activar todas estas conexiones cósmicas, divinas y multidimensionales del ser, adquiriéndose conciencia de ellas de un modo u otro, tal y como puede resultar el hecho consumado de integrar capacidades y habilidades no disponibles en un principio en la encarnación actual en la 3D, pero sí logradas en otras encarnaciones o perfectamente depuradas en vidas en otras dimensiones, hasta que, alcanzados ciertos niveles de conciencia y vibración energética en la experiencia evolutiva que se transite en la Tierra, se vuelven directamente accesibles con cierta facilidad y espontaneidad.

Por supuesto, también se habilitan y se activan las conexiones con el resto de habitantes y seres de esta dimensión y con toda la Creación en su máxima expresión, como partes integrantes y vivas que somos de un Todo.

Así pues, al hilo de lo anterior e insistiendo en el mismo argumento que antes se explicaba, por las características intrínsecas del Espíritu, el Todo es también en las partes y al activar estos lazos de unión multidimensionales surgen, como si hubiesen estado adormecidos, dones y facultades que ya eran manejados con destreza, por ejemplo, en encarnaciones pasadas o que se dominan en dimensiones superiores o en universos paralelos, pasados, presentes o futuros, etc. Seguimos siendo nosotros mismos, pero en la fusión de otras formas de vida, conciencia y existencias nuestras que, sin más, nos son permitidas con cierta disponibilidad por el incremento de la frecuencia vibratoria de nuestra energía al experimentar la ascensión en nosotros.

Esta es la verdad del Espíritu que garantiza que en cada encarnación, incluyendo la actual en la Tierra, se tenga una credibilidad total acerca de la autenticidad de todo cuanto ocurre en la realidad que se experimenta, y que, a la vez, puedan estar presentes, conscientes y conectados, en el Aquí y en el Ahora, el resto de fragmentos del Ser Multidimensional o Yo Superior y, por supuesto, de Dios mismo, sin detrimento alguno de la validez y objeto del propio proceso existencial en encarnación en la 3D, aspirándose en ella a ese posible estado de Unidad en el que el espacio no existe como es concebido y percibido por los habitantes de este planeta, y tampoco el tiempo.

No llega a ser necesario tener que mirar hacia arriba en el Cielo o hacia abajo en la Tierra buscando o intentando localizar otras partes del ser.

Todo es y está cohesionado en el interior de nosotros mismos, y es hallado y activado adquiriendo y expandiendo la conciencia individual que, en gran parte, viene a estar sustentada en la dedicación al reconocimiento e introspección de todo cuanto surge en nosotros y en nuestras vidas, que, en principio, puede parecer que hasta se esté haciendo referencia a mirar hacia el interior, pero que más bien, afinando, se podría asociar al estado de quietud en el que la mente se abre y se silencia, en el que se experimenta que exterior e interior, arriba y abajo están fusionados igualmente y son, al unísono, una misma cosa en el estado del Aquí y del Ahora.

Por tanto, Aquí y Ahora somos seres angélicos de Luz tratando de vivir ciertas experiencias que nos hagan alcanzar más expansión de conciencia acerca de la naturaleza y origen divino que atesoramos, cometido que puede ocuparnos un mayor o menor número de vidas de existencia, en función, entre otras cuestiones, de las elecciones y decisiones por las que vayamos optando en nuestro propio proceso que nos hagan ir con mayor o menor rectitud hacia dicho estado evolutivo.

Es curioso cómo, a tenor de todo esto, por ejemplo, un árbol cualquiera, ser vivo que acomete de igual modo sus respectivos trances de vida en esta dimensión de 3D, está conectado, por supuesto, con el resto de seres que comparten existencia con él en el planeta, pero también con su propio ser multidimensional al completo y con su correspondiente Yo Superior, cuya esencia y conciencia existencial aparece registrada, a la vez, en todos los átomos de este árbol, en su tronco, en sus ramas, en sus hojas. Por eso, cuando un árbol cambia su aspecto físico y se convierte, como es el caso, en una mesa, una silla o en papel, el propio estado de conciencia vibracional de su Yo Superior continúa vivo y presente a nivel atómico en todas estas nuevas formas y apariencias, y, por tanto, también la esencia misma del Dios Creador.

Por este mismo planteamiento, los mensajes y canalizaciones, en algunas ocasiones, se han pronunciado acerca de los trasplantes de órganos, muy en boga actualmente como alternativas y tratamientos en la vanguardia médica según qué dolencias y diagnósticos.

Con la práctica de estas actividades se obvia, fundamentalmente por desconocimiento, esta realidad esencial y primordial del ser y, por tanto, la mezcla y el cruce de líneas distintas de linaje ascendente y de conciencia, llevados a cabo con este tipo de actuaciones.

Estos linajes cósmicos y existenciales van almacenados y registrados en las células tanto del donante como del paciente, cada uno con su respectiva ascendencia, produciéndose la consiguiente interferencia entre sendos Yo Superiores en un mismo ser humano, que es lo que a la postre puede traducirse y desembocar en el conocido rechazo de órganos que han sido trasplantados o en los diversos efectos secundarios a los que se puede llegar a derivar por la realización de dichos trasplantes, aunque los científicos encuentren otra clase de explicaciones que les resulten válidas por ser visibles a sus ojos.

Además de esto, habría que añadir en este asunto que el estado evolutivo del donante, asociado siempre a la frecuencia vibratoria de energía que alcanzó en vida, en consonancia lógicamente con sus hábitos, conductas, acciones y encarnaciones pasadas, van también implícitos en las células de su órgano, y en la vibración energética de este mismo, y huelga decir que, si las frecuencias vibratorias o, lo que es lo mismo, los niveles evolutivos o de conciencia del donante y paciente son dispares o distantes, esto va a provocar efectos de no acoplamiento del trasplante que se vaya a practicar.

Por ello, los mismos Mensajes Canalizados, en este tema, abogan en caso de disfunciones y desaplicaciones de órganos por que se avance en otros métodos o soluciones alternativas que suprimieran estas repercusiones y efectos no deseados, ya que ello acabaría acarreando también ciertas compensaciones kármicas, tanto al donante como al receptor, que podrían derivarse por propiciar las, anteriormente mencionadas, interferencias de linaje cósmico y existencial.
Extracto de 21 PREGUNTAS
LIBRO DE LA AUTOMAESTRIA

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