Imagina una pantalla de cine perfecta.
Nunca desaparece. Está siempre presente. Permite que se proyecten en ella todo tipo de películas: de guerra, de terror, de comedia, de suspenso; películas tristes, alegres, etc. La pantalla ofrece un hogar a cada una de ellas. Las películas van y vienen, pero la pantalla siempre está allí. La pantalla no puede ser lastimada ni dañada, incluso por la más violenta o fuerte de las películas.
Cuando estás viendo una película, cuando te absorbe su historia, dejas de percibir la pantalla. El drama te arrastra. La ubicación cambia, los escenarios se desplazan, te adelantas y te regresas en el tiempo. Los personajes nacen y mueren. Se pelean guerras, se derraman lágrimas, se hacen y se deshacen conexiones. Todo esto está pasando en una pantalla que nunca cambia, que nunca se mueve, que nunca viaja a través del tiempo, una pantalla que nunca ha nacido y que nunca muere. Lo único que es esencial - la pantalla inmutable - nunca forma parte de la historia. Y sin embargo, sin esa pantalla, no podría haber ninguna historia, en primer lugar.
Cuando sales de la sala de cine, podrías pensar que estuviste viendo una película toda la noche, cuando en realidad sólo estuviste viendo una pantalla que nunca se movió. Habías estado mirando fijamente algo que nunca cambió, que nunca hizo nada en absoluto, que no tenía ninguna historia propia. Y sin embargo, al mismo tiempo, sentiste que te embarcabas en un viaje maravilloso. Esta es la paradoja de la vida humana. Los sueños acerca de 'mi vida' se despliegan en una pantalla de presencia consciente que siempre está despierta.
Esta pantalla viviente es lo que tú eres. Pura presencia consciente previa a los conceptos. Una presencia constante. La película es la interminable danza de conceptos, pensamientos, sensaciones, imágenes, recuerdos, percepciones, todos apareciendo y desapareciendo en tu eterno abrazo. La película se mueve constantemente, pero tú siempre eres quietud, nunca formas parte de la película y sin embargo, siempre la permites, profundamente enraizado en el aquí y el ahora, radicalmente abierto a la siguiente escena, sin importar cuál sea.
Tú no podrías aceptar nada porque eres la aceptación misma.
- Jeff Foster
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