Los pensadores auténticos son capaces de generar masa crítica a fin de crear un diálogo armónico, que cambia la realidad en que vivimos.
Para poder tener esas conversaciones y a partir de éstas causar la nueva realidad, tuvieron antes que desprogramarse, y luego programarse a sí mismos a fin de poder sostener la atención en pensamientos propios.
Primero debemos reconocer que nuestra mente está programada, ocupada, encajonada, colonizada. Sólo reconociendo que nuestro inconsciente nos aleja de nosotros mismos y de la posibilidad de conocernos como somos en realidad y permitirnos soñar realidades diferentes en las que estamos deseosos por vivir, podremos comenzar a poner atención –y toda la energía posible- en cada una de nuestras intenciones.
En la medida en que vamos haciéndonos dueños de cada una de nuestras reacciones y decisiones, podremos desarrollarnos como verdaderos observadores de lo que nos rodea, y con ello lograr más momentos en que sean nuestros sentimientos los que nos guíen, los que “vean” y nos permitan percibir la armonía –o no- alrededor.
Ser un verdadero observador nutre y fortalece nuestra conexión interna y hacia el exterior. Debemos aprender a vernos a nosotros mismos y tener conversaciones internas, también pedir ayuda a que nos señalen conductas que insistimos en repetir –no es escarnio público lo que debemos buscar, donde se nos señale negativamente aquello que nos impide avanzar, sino una retroalimentación, una contribución de cómo nos ven desde afuera atendiendo a bondad, verdad y belleza-, para poder concebir ideas y pensamientos totalmente nuestros, no sintetizados por el inconsciente.
Debemos aprender a escuchar y recibir del alma. Hay que alinearnos, ser congruentes, hacer sinergia –causar y crear nuevas realidades con otros- y realmente causar en la realidad nuestras nuevas ideas, resultado de pensamientos y conversaciones auténticas.
Tener ideas a partir de pensamientos auténticos y propósito común, es comprometerse con la conversación que sostiene la humanidad, es convertirse en tejedor de historia, hacerse responsable del cambio en el mundo.
Hay que tomar la decisión individualmente para poder contribuir a la suma de las partes. Para ello, hay que causar emoción en las partes y, como todo proyecto que implica la suma de las muchas partes que componen el todo, la organización para lograr tejer la historia requiere de acuerdos y sintonía.
El poder de transformación es enorme. En lugar de temer ante la incertidumbre, hay que desprogramarse, encontrarnos a nosotros mismos, ser pensadores auténticos, compartir ideas auténticas con otros y, juntos, causar la nueva realidad.
Santiago Pando
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