jueves, 16 de octubre de 2014

PAZ

RESPONSABILIZARME DE ESTAR EN PAZ ....Cuando te responsabilizas de tu paz, entiendes que tú eres la causa de cualquier cosa que pienses o sientas. Otras personas parecen impactar en tu felicidad o tristeza, pero creer que los demás son responsables de tu vida en algún sentido sólo es una apariencia, una distorsión superficial que vela la sustancia real. Ésta es la ilusión de la que habla Un Curso de Milagros. No es la verdadera realidad.
Sin duda, cada uno de nosotros tendemos a buscar la satisfacción fuera de nosotros mismos. Y también tendemos a culpar de nuestros problemas a los demás. Buscar fuera la fuente de la alegría o la fuente del perdón nos conduce inevitablemente al desencanto, pues ni la alegría ni el perdón existen fuera de nuestros propios corazones y mentes.
Cuando puedo encontrar alegría dentro de mí, mi alegría es incondicional. No depende de que otras personas vivan conmigo. No depende de que otras personas me quieran. No depende de que yo les guste a otras personas, ni de que me traten de una manera justa. Mi alegría es una profunda confianza que tengo en mí mismo que dice: «Sé que estoy bien tal como soy». Es una afirmación existencial de mi ser que sólo puede venir de mí mismo.
Igualmente, cuando puedo encontrar el perdón dentro de mí, el único cambio que es necesario en mi vida viene de dentro. No tengo que intentar cambiarte. No tengo que cambiar los aspectos externos de mi vida.
Perdonarme a mí mismo me aporta liberación, porque es incondicional. Este perdón dice: «Reconozco mi error y aprendo de él. Mi error no me condena. Acepto la lección y abandono el juicio». Nunca hay una situación conflictiva en mi vida que no pueda llevar a la paz perdonándome a mí mismo.
Perdonar a los demás siempre es algo superficial. El perdón de uno mismo va más profundo. Se convierte en una manera de tomar responsabilidad de mi vida ahora mismo.
Hablando con rigor, sólo hay tres estados de conciencia a los que tenemos acceso. Uno es el amor, que es eterno e incondicional. Otro es el miedo, que es temporal y condicional. Y el último es el perdón, el puente que nos lleva de la ilusión del miedo a la realidad del amor.
Ir del miedo al amor implica reconocer mi miedo cuando surge, y ser capaz de pasar a través de él. Implica reconocer mi juicio cuando surge y trabajar con él. Implica escuchar mi propia petición de amor y aprender a responder a ella.
Hay aspectos del viaje que son solitarios por su propia naturaleza. Guardan relación con el reconocimiento de mi
responsabilidad última por todo lo que ocurre en mi vida. Guardan relación con llegar a aceptarme existencial-mente. Hasta que no haga eso, no podré hacer las paces con mi hermano o hermana, y tampoco podré hacer las paces con Dios.
Así, el primer gran movimiento en este proceso del perdón dividido en tres fases es la auto-aceptación. Es perdonarse a uno mismo. Es la auto-responsabilidad. Es reclamar y recuperar mi vida ahora, en su totalidad, exactamente como es, sin juicio.Es amarme a mí mismo momento a momento. Es ser mi propia fuente de abastecimiento.
(Paúl Ferrini de su Libro Los Doce Pasos del Perdón).

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