Cuantas veces nos vemos envueltos en una gran expectativa en torno al éxito de un proyecto, salir triunfadores en una competencia deportiva, aprobar un examen, lograr un ascenso, obtener mayores ingresos, emprender una empresa, conquistar a la persona deseada. Deseamos que llegue ese día generando tanta expectativa y las ideas comienzan a bailar en nuestra mente constantemente, un diálogo interno saboteador diciéndonos ¿Y si no sucede como espero? ¿Qué pasará si no rindo lo suficiente? ¿Seré capaz de hacerlo?. Seré… qué pasará… y si no sucede. Estamos todo el tiempo viviendo un futuro que todavía no llega y nos olvidamos de conectarnos con el presente (aquí y ahora). Entonces llega el momento decisivo de enfrentarnos al examen esperado, nos bloqueamos, no recordamos, nos invade el miedo, comienza a aflorar la ansiedad, todo se nubla. También sucede cuando realizamos una tarea en el trabajo, postergamos o aparece el desánimo, la apatía; comenzamos emitir juicios, y la voz interna se convierte en nuestra peor enemiga, “pero esto debería hacerlo Juanito y no yo” lamentando, descargando energía, debilitándonos, física y mentalmente para luego sentirnos estresados.
PROVERBIO CHINO
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