EL MAYOR AMOR
Compilado del Dion Fortune Script, por A. V. O. de la Revista SOPHIA 11/1925
El secreto del Misterio del Amor radica en la Evolución. El propósito
de la Evolución es alcanzar aquella condición de consciente Unidad con el
Logos, en que “Todo es Uno y Uno es Todo”. Por lo tanto, la esencia de la
Evolución es la Unificación, y la manifestación del principio unificador es la
manifestación del Amor. Quienquiera que ame, por débil que sea su concepto
respecto del amor, está manifestando una unificación y por lo mismo
está ayudando a que la Evolución convierta todas las cosas en una. Dios
es Uno, el Amor es Uno, por tanto, con razón se dice “Dios es Amor”. El
gran principio cósmico del amor no es fácilmente comprendido. Muchos lo
toman como una emoción, pero es mucho más que eso; es una actitud. Es
afinidad armónica, la cual es unión. Cuando, por medio de la mente, dominamos
por completo las emociones, el amor puede reinar aún como supremo
mientras actúa en simpatía con el intelecto. Cuando se trasciende el
intelecto por medio de la intuición y de las grandes fuerzas de los planos
espirituales, el Amor manifiesta al Espíritu Divino de manera mucho más
vívida.
El Cristo Cósmico - esa gran fuerza en la cual vivimos - se manifiesta,
según se nos dice, por medio de tres emanaciones, esto es: Sabiduría,
Poder y Amor. El Amor construye la forma para el invisible Poder, pero sin
la Sabiduría, el Amor es infecundo. Y así también la Sabiduría sin Amor es
oquedad, y Poder sin Amor puede convertirse en orgullo, soberbia o presunción.
Si consideramos el dilatado proceso de la Evolución, encontramos
que los instintos animales y las pasiones de las razas primitivas se van
dominando gradualmente por una mentalidad más avanzada, pero aún en
la actualidad, a pesar de los grandes períodos de tiempo transcurridos, el
promedio de las gentes está más o menos gobernado por sus emociones.
Han transcurrido dos mil años desde que el Señor del Amor y Compasión,
Jesús de Nazaret, dió ejemplo con su vida y con sus enseñanzas,
de la Gran Ley del Amor - la fraternidad universal y la unidad del género
humano en Dios el Padre - y no obstante, esa unidad se halla todavía muy
lejos, y de aquellos que le llaman Maestro depende el que entren en la fase
actual de esa ley que se está manifestando en varias actividades que tienen
por finalidad la sociabilidad de la humanidad y el alivio de la carga que
pesa sobre el reino animal.
La tónica de la nueva civilización es servicio, servicio con un espíritu
de bondad y de fraternidad. Cuando aprendamos a ser amables y cariñosos
los unos con los otros habremos avanzado bastante en el Sendero.
Cuando aprendemos a tolerar admitimos el derecho de existencia a aquello
que es diferente de nosotros mismos, así como la posibilidad de que
exista lo bueno y el bien en aquello que no comprendemos. Pero la tolerancia
no es suficiente, esta debe despertar la simpatía por medio de la cual
distinguimos en aquello que es ajeno a nosotros mismos las características
de una vida común. Cuando aborrecemos a algunos de nuestros semejantes
es porque los vemos en nosotros mismos; algo reacciona en nosotros
de lo que vemos en ellos. Todo aquél que aborrece u odia produce separación
y desunión, lo cual pertenece a la muerte y al sendero de la izquierda.
Pero cuando sentimos amor por alguien o, en su puro significado, simpatizamos
con él es porque nosotros mismos nos vemos en él. Si nuestro Yo
Superior, nuestro Ego, pudiera ponerse en contacto con otros, más libremente,
cuán pequeños aparecerían los errores de la personalidad y qué
apretado lazo de unión podría establecerse.
En el plano físico no existen más que dos igualadores, dos niveladores,
la muerte y el amor. Ambos hacen de todas las cosas una, pero así
como la muerte lleva a la desintegración del cuerpo, así el amor conduce a
la unidad del espíritu.
No debe existir el sentimiento de separación en aquellos que se
encuentran en el Sendero, toda vez que el Sendero tiene su meta en la
Gran Unidad, en la cual, Todo es Uno y Uno es Todo. Todo cuanto de malo
existe en el mundo, todo cuanto es parcial o limitado, imperfecto, torcido o
deformado, es parte de nosotros mismos, y sufrimos con sus fracasos y
triunfamos con sus éxitos. Aquellos que se dedican al Servicio no pueden
separarse de nada y sí sumergirse, fundirse en el mundo tal cual es para
que puedan diluirlo, disolverlo con el espíritu. Así como el Hombre Divino
interpenetra todas las cosas, así nosotros, si queremos ser Uno con El,
debemos aprender la simpatía universal, comprender nuestra identidad con
el universo de modo que nada nos parezca ajeno a nosotros mismos, aprender
a ver el universo reflejado en nosotros mismos y nosotros en el universo.
No hay crimen, delito o anhelo vehemente conocido en la historia de la
raza que no sea un potencial latente en nuestra propia naturaleza. No hay
elevación que la humanidad haya alcanzado que no esté también potencialmente
latente en nuestra naturaleza. Ningún ser humano puede separarse
de las profundidades o de las elevaciones de su especie. Si derramamos
amor en el universo, este, que en sí contiene los planos más internos,
reaccionará en consecuencia.
Debemos tratar de no reconcentrar amor, pedirlo por egoísmo o poseerlo
celosamente, sino radiarlo, y del universo fluirá hacia nosotros la
respuesta natural. Cuando uno está ocupado en los asuntos de su Maestro
y trabaja con amor, encontrará amor. Si trabaja por amor al hombre, el
hombre le dará amor; y trabajando por amor a Dios, Dios le dará amor y de
este modo se unirá el hombre con Dios, siendo amoroso. Se dice con
frecuencia que un hombre y una mujer se enamoran. Si este amor se
encauza por la naturaleza inferior con un sentimiento de posesión carnal,
pronto se desvanecerá este amor y ambos quedarán sin él. Pues el secreto
del amor está en proporcionar la felicidad de la persona amada. Algunos
aman la sensación de amar, lo cual no es amor por el ser amado sino por
quien recibe la sensación, que es el yo. Ambos se aman a sí mismos en la
persona amada. Pero el amor más amplio fluye alejándose y no vuelve
hasta que ha dado la vuelta por el universo; entonces regresa con los dones
del Cielo y de la Tierra. Algunos obtienen el amor con facilidad y la
sabiduría con dificultad, y otros adquieren fácilmente la sabiduría y con
mucho trabajo el amor. Cada cual tiene que resolver su problema.
Debemos aprender a distinguir entre el pecador y su pecado; debemos
aprender a considerar al necio como un alma que lucha, y no olvidar
que aquellos que yerran están sufriendo. Debemos aprender a tener compasión
por los que sufren aún cuando tengamos la vara de la justicia, pues
si nosotros no mostramos misericordia ¿cómo podemos esperarla?
Todos faltamos; algunos de nosotros con frecuencia; aprendamos a
faltar bien. Ese es el secreto del progreso espiritual. El camino del Amor es
el camino de la Cruz. Por la crucifixión del yo alcanzamos la redención; si
soportando la carga alcanzamos la cima, la carga será más liviana para
aquellos que vienen detrás. Este es el sacrificio del Mayor Amor.
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