" El corazón de un sabio es como un espejo, no se apodera de nada ni rechaza nada; recibe, pero no guarda."
Había dos hombres seriamente enfermos que compartían la habitación en el mismo hospital.
Uno de ellos, tenia su cama frente a la única ventana del cuarto.
El otro enfermo estaba siempre acostado, ambos conversaban largas horas sobre sus vidas.
Cada día, durante una hora, el enfermo de la ventana se sentaba y le describía a su compañero
lo que veía desde allí. El otro, vivía en esos pequeños espacios mas allá de su habitación,
el mundo exterior. Le describía un pequeño lago, arboles, cisnes, niños nadando y jugando,
colores…
Su compañero cerraba los ojos e imaginaba todo en su mente. Una mañana la enfermera
apareció llevando agua y descubrió el cuerpo sin vida del hombre de la ventana.
Se llevaron su cuerpo y el otro pregunto si podrían trasladarlo a esa cama.
Lo pasaron y lo dejaron solo.
Lentamente se incorporo e inclino, para sentir la dicha de ver el mundo exterior por si mismo.
Para su sorpresa, solo vio una pared blanca detrás de aquella ventana. Pregunto a la enfermera
que había llevado al otro a describir todo aquello, y la enfermera le contesto que era ciego y que
quizás solo quiso darle animo.
Se es feliz al hacer a otros felices, compartir felicidad es duplicarla.
El señor de la ventana no vio jamás esa pared, en el había amor y prevalecía la amorosa energía
de compartir la felicidad.
También esta en nosotros, deberíamos buscarlo en nuestra morada, en nuestro corazón,
no tenemos que llamarlo sino dejarlo salir. Liberémoslo, entreguémoslo, dándolo es como se
obtiene el amor.
" Se como una linterna encendida cuya luz resplandece nítida para que el camino sea visto y
señalado a quienes van tras tus pasos."
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