COMPRENDIENDO EL CAMINAR DE LOS DEMÁS
Cada uno de nosotros tiene diferentes vivencias, diferente “grado” de desarrollo. No me gusta catalogar como “grado” algún punto de estadía en el desarrollo, porque si algo he aprendido es que, no hay niveles superiores ni inferiores; simplemente hay caminos diferentes.
Recientemente he vivido situaciones que me han empujado a preguntarme qué grado de progre
so tengo realmente… midiendo el progreso, no sólo por el actuar, sino por el pensar que se esconde tras ese actuar. Normalmente existen motivos, para accionar, pero a veces esos motivos son incluso aparentes, y detrás de esos motivos, hay otros nuevos más.
Cuestionando mi accionar y sobre todo mi pensar, mas no mi sentir, porque el sentir es el reflejo del pensar, llegué a la conclusión de que probablemente no soy lo que algunos esperaban encontrar, y tampoco soy aquello que reflejo ser.
Pero SOY, y eso es lo más importante. Y no es que no encaje en ninguna definición o en algún “patrón psicológico o emocional”, es simplemente que me encuentro recorriendo otro camino.
Muchas veces miramos a nuestros semejantes, y nos preguntamos cómo es que no hacen MÁS con la vida que Dios ha puesto en sus manos. Pero tendríamos que cuestionarnos primero qué significa ese “MÁS” para nosotros. Tal vez nuestro “MENOS” es su “TODO”.
Tal vez te habrás sentido tentado a pensar en alguna ocasión, “si yo tuviera lo que el(la) tiene… uhhhh, la de maravillas que ya habría hecho”, o, “si yo pasara por lo que él o ella pasa, no me hundiría en tal drama, yo seguiría siendo yo, y continuaría reaccionando igual, me sacudiría el polvo y seguiría adelante”. Y aquí sólo tendría que decir, “Felicidades, bien porque seguirías siendo tú, después de todo eres TÚ y no él (la). Tú misma (o) te has dado la respuesta.”
Somos diferentes. Para empezar, venimos condicionados desde el vientre materno. Dejando a un lado las distintas creencias, de si tuvimos una vida antes de esta vida o mínimo una en el cielo, lo cierto es que venimos condicionados desde el vientre materno; desde las vivencias que tuvo nuestra madre (la cual comienza marcando la diferencia, pues ella es ella y no alguna otra), desde la sensaciones que nos transmitió, desde las sustancias de su cuerpo a las que más nos acostumbramos, desde la contribución que realizó también nuestro padre biológico. Luego, descorriendo el velo del nacimiento, viene la memoria celular, e igualmente las características fisiológicas, que definirán también en buena parte nuestras reacciones. Una elevada o moderada producción de adrenalina por parte de las glándulas suprarrenales dictaminará por ejemplo, si una persona será pasiva o tenderá a la exacerbación, a la agresión, al enojo; la producción suficiente o nula de ciertos neutrotransmisores como la serotonina originándose a partir del triptófano, y la sintetización de noradrenalina definirán si una persona tenderá o no a la depresión, y la adecuada o deficiente capacidad del organismo para absorber el litio de los alimentos, determinará si una persona tendrá estabilidad emocional o no.
Partiendo desde aquí, cada persona está ya condicionada de forma diferente; y eso sin explorar el resto de condicionamientos que vendrán, una vez que esta pequeña persona que ha venido al mundo, comience a percatarse de su alrededor; cuando eso ocurra, vendrán nuevos condicionamientos, como son el entorno familiar, cultural, social, político y religioso.
Tomando en cuenta todo lo anterior, se vuelve cada vez más imposible una comparación de una persona con la otra. Aún entre los mismos hermanos existen diferencias; diferencias dictadas por su fisiología y tal vez por razones más profundas que una apreciación a la ligera no podría identificar.
Cuestionando de si a tal o cual persona le falta mucho o poco para llegar a determinada etapa, debemos de comprender que entre etapa y etapa, existen sub etapas que no todos necesitamos recorrer, pero algunos sí. Ciertamente que es posible “trascender” los condicionamientos, pero no nos corresponde a nosotros el juzgar el por qué se trasciende una etapa con rapidez, lentitud o por qué parecieran no trascenderse en lo absoluto.
Y exigirle a una persona “que se brinque” una etapa que necesita para la consolidación de su ser, será como pedirle que venga sin armas a la próxima batalla. A veces nos decepcionamos, pues pensamos que una persona en cuestión es muy similar a nosotros, y quisiéramos traerla hacia donde nosotros estamos, a fin de hacer nuestro trayecto más bello y ameno. Y puede ser que la persona tenga medio pie en el escalón en el que nosotros estamos, que nos entienda y pareciera estar en sintonía, pero también puede ser que necesite regresar a vivir una sub etapa, un “mini escalón” que olvidó pisar, por querer subir demasiado rápido, o por no haberse atrevido a pisarlo nunca, en el tiempo en el que le correspondía, sea en su niñez o en su adolescencia. Tal vez ahora esté lista o listo para pisarlo, y aunque sea el único adulto en un escalón de niños u adolescentes, una vez que haya aprendido las lecciones destinadas a ese estadio en específico, será su ascenso más ligero, que el forzado sin fundamentos, aquel que pudiera lastimar, porque simplemente sería parecido a querer drenar o extraer agua de una fuente que aún se encuentra seca, o cuyo fluido se agotará en poco tiempo, pues aún no ha encontrado el manantial que le surtirá de agua por siempre. El piso terminará por romperse o por quedar inutilizable. El manantial a encontrar puede ser tan contradictorio como predecible, finalmente, todos son conceptos.
Comprendamos el camino que realiza cada persona y dejemos de tener expectativas en cuanto a ellos. Tal vez dejándolos fluir en libertad, nos veremos algún día sorprendidos por estos.
Janette Yazmín@TuMejorVersiondeTi.com
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