domingo, 8 de diciembre de 2013

CUANTAS VECES ACONSEJAMOS SANAMENTE Y EN NUESTRA PROPIA VIDA HACEMOS

por Martin Bijio •
¿Cuántas veces aconsejamos sanamente y en nuestra propia vida hacemos todo lo contrario? ¿Cuánto tiempo pasamos siendo consejeros de “el otro” sin ser consejeros de nuestro propio ser?



La popular frase “haz lo que yo digo pero no lo que yo hago” puede venir cargada de un intenso des-amor, olvido y/o desprecio hacia nosotros mismos. La rueda debería comenzar a girar primero propiciándonos bien-estar hacia nosotros, para luego dar el ejemplo no solo a través de la palabra sino también de las propias acciones.

¿Cuantas veces nos involucramos en la vida de “el otro” aconsejándole qué camino debería seguir o qué decisión optar en tal o cual situación? Estos consejos que podemos dar muchas veces suelen ser claros, sanos, precisos, llenos de buenas intenciones y pueden ayudar a despertar, de igual forma que la palabra de “el otro” puede ayudarnos a despertar a nosotros.

Pero ¿cuántas veces aconsejamos sanamente y en nuestra propia vida hacemos exactamente todo lo contrario? ¿Cuánto tiempo pasamos siendo consejeros de “el otro” sin ser consejeros y reflexivos con nuestro propio ser?

Dar es muy bueno, pero darnos resulta fundamental. Escuchar al otro y no escucharnos a nosotros mismos no es la ecuación adecuada para lograr una vida sana y satisfactoria. Si el propósito del ser humano es alcanzar cierto grado de paz y bien-estar constante – ¿quién se negaría a semejante combo? – alarga su camino si anda por la vida ofreciendo palabras claras para los demás pero acciones oscuras, confusas y/o perjudiciales para con uno mismo. De allí la popular frase “haz lo que yo digo pero no lo que yo hago”, que puede venir cargada de un intenso des-amor hacia nosotros mismos.

Es importante que asumamos la inevitable responsabilidad de prestarle atención primero a nuestras propias emociones, ideas, sentimientos y pensamientos, y en base a ello nos convirtamos, antes que nada, en los inspectores y consejeros de nuestro propio ser. Luego podríamos brindarle a quien sea el ejemplo, no solo a través de la palabra sino también de las propias acciones… y la popular frase mutar felizmente a “haz lo que yo digo, es lo que yo hago”.

Imagen: Tristan Elwell

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