Cuando uno está feliz, ve la felicidad en otros. Cuando uno está esperanzado, ve montones de oportunidades a su alrededor. Cuando uno es comprensivo, encuentra comprensión en los demás…
Pero cuando uno está resentido, ve montones de resentimiento a su alrededor. Cuando uno está enfadado, tiende a pensar que los demás tienen una mala actitud. Cuando uno está dolido, ve que otros parecen buscar hacerle daño…
¡Lo que nosotros somos es lo que terminamos viendo!
Existe un importante principio de la superación personal que afirma que nuestro mundo exterior es un reflejo de nuestro mundo interior. Si no te gusta lo que ves en tu vida, el mejor punto para comenzar a cambiarlo está en tu interior.
Cuando uno comienza a cambiar su actitud de manera positiva, simultáneamente su percepción de su mundo exterior también comienza a cambiar en positivo. Y ello sucede porque las personas no sentimos las cosas como son, sino que las sentimos según la interpretación que hacemos de ellas. En cada circunstancia de nuestra vida podemos buscar lo bueno, o enfocarnos en lo peor. Y por supuesto, aquello que busquemos será lo que finalmente encontraremos, ya que cada situación siempre podrá ser interpretada de millones de formas diferentes. La clave está en tratar de perseguir siempre la “versión” más positiva.
Me encanta una frase del autor Colin Wilson: “Cuando abro mis ojos al levantarme cada mañana, no me encuentro ante el mundo, sino ante infinitas posibilidades de mundos.”
El mundo que vemos siempre será nuestra elección, y será un reflejo de como nosotros queremos verlo.
¿Qué mundo quieres ver hoy? ¿Va a ser un mundo optimista, entusiasta, apasionado, repleto de oportunidades y momentos especiales? Lo positivo parece multiplicarse cuando uno conscientemente decide ser la fuente de lo que ve en su vida. Y eso siempre puede lograrse de una manera tan sencilla como mirando la vida a través de una actitud absolutamente positiva.
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